PARANOIA: Un lugar de horror silencioso.
Ariane Bilheran, psicóloga clínica, doctora en psicopatología, filósofa.
La paranoia es «un lugar de horror silencioso» que nadie quiere escuchar. Sólo unos pocos profesionales se atreven a llamarlo por su nombre: paranoia.
Porque si la perversión ayuda a esconder la cabeza en la arena, la paranoia ayuda a perderla; entonces los profesionales lo pierden sin saberlo; ya que la paranoia defiende lo indefendible, invierte los valores morales y consiste en un proyecto de matar almas, para usar las palabras de un famoso paranoico en la literatura de psicopatología: el caso Schreber.
Esta misma patología de la paranoia es más desconocida porque es peligrosa y más peligrosa porque es desconocida.
Sin embargo, está muy difundido, a menudo confundido con la perversión, su mejor aliado, y causa un considerable desorden en los grupos humanos a través de los efectos del delirio contagioso.
A modo de preámbulo, he aquí un pequeño resumen de de qué se trata:
La paranoia es una psicosis, sostenida por el delirio de interpretación, la proyección y el control. A principios del siglo pasado dos psiquiatras Serieux y Capgras la llamaron “locura del razonamiento”; esta locura es una trampa: suena a razón, lógica y discurso articulado.
El paranoico instaura un delirio de persecución basado en la interpretación negativa de los signos, de los gestos, de todo lo que le parece extraño. “Soy víctima de un complot”, dice el paranoico. En consecuencia, perseguirá a cada uno de los que haya señalado como sus propios perseguidores; sobre un fondo de mitomanía y megalomanía. Negando el pasado, la alteridad y las diferencias sexuales, la paranoia señala chivos expiatorios que hay que eliminar, divide al grupo, lo espía todo y erradica todo derecho a la intimidad y a la subjetividad.
Paradójicamente, la paranoia es un sistema cerrado que predica que es lo mejor para el bien del otro, que ya no puede protegerse y queda psíquicamente aturdido. Se alimenta del odio y de la manipulación erotizada de las instituciones y, en particular, de la jurídica.
Todo está armado en torno a la supuesta conspiración de todos en su contra, cuando, en realidad, es él quien crea, sin parar, nuevas tramas cuyos orígenes serán atribuidos a otros; justificar las llamadas intervenciones de autodefensa.
En consecuencia, la paranoia es la patología maestra del totalitarismo y el acoso.
La perversión es una patología narcisista cuya vocación es instrumentalizar a los demás para su mayor beneficio. Significa, etimológicamente, aquello que se desvía de su propio objetivo. Significa, ni más ni menos, lo que desvía la vida sexual de su objetivo, psicopatológicamente hablando.
Porque el pervertido niega que la vida sexual sea un logro creativo y fértil, niega al otro su género, su alteridad y su totalidad; de modo que el otro está siendo utilizado como instrumento o actividad, fragmentado en «pie» o «pelo» (fetichismo).
Negar la alteridad tiene que ver también con las diferencias sexuales, siendo el género femenino, la mayoría de las veces, despreciado, aplastado, humillado y menospreciado. El placer no es compartido ni creativo para todos: este placer es sádico y destructivo. El perverso toma todo y no comparte. Capta lo sano y constructivo, para desviarlo, invertirlo, ensuciarlo y destruirlo.
La perversión es la manitas dedicada e inteligente de la locura paranoica. El paranoico define una estrategia cuando el pervertido despliega tácticas.
Si bien Hitler era un paranoico, los industriales y empresarios que cooperaban con el proyecto nazi eran pervertidos. Los regímenes paranoicos son imperialistas, belicistas y mentirosos. Niegan el origen, se creen autogenerados; mutila el conocimiento haciendo que algunos sean útiles y otros no; dividen al pueblo, no muestran respeto hacia los viejos y se basan en un sofisma paranoico. Los pervertidos activos les ayudan a llevar a cabo su negocio de conquista y destrucción.
Al estar enmascaradas, estas patologías se abren camino a través de las instituciones y las familias porque, por un lado, son excelentes manipuladoras y, por el otro, se infiltran en ideologías delirantes que serán realizadas (cuando lo hagan) por las personas que tienen que aguantar. con ellos, y sólo muchos años después, una vez que está fuera de su sistema...
Es el mismo principio en las sectas o fanatismos variados: cuando estás inmerso en ellas, no eres consciente de lo que está pasando.
Los profesionales deben conocer esos delirantes mecanismos de contagio, saber que existen y tratar de contaminar las instituciones tanto más cuanto que éstas tienen que ver con este tipo de perfiles patológicos y, en particular, con las psicosis paranoicas; Este suele ser el caso cuando los niños deben ser protegidos. El niño es al mismo tiempo idealizado por el paranoico, fetichizado por el pervertido y invadido, transgredido y maltratado por ambos.
Este contagio furtivo hace de la paranoia el lugar del horror silencioso en los grupos humanos. Eso es lo que llevo estudiando más de veinte años. Este contagio sólo funciona porque “la gente buena”, la “gente honesta”, los profesionales “normales” se dejan contaminar.
La paranoia funciona a modo de proyección, mecanismo central, y federa al grupo en torno a un chivo expiatorio que se supone persigue al grupo que, de hecho, es perseguido.
Tomemos el ejemplo de la “alienación parental”.
En primer lugar, me gustaría precisar que al cuestionar la validez de este concepto, no cuestionamos el hecho de que los padres psicóticos puedan volver locos a sus hijos. Cuestionamos la definición del concepto, su uso metonímico (utilizar unos pocos síntomas para hacer un “síndrome” y confundir síntoma y proceso) y principalmente, proyectivo, por parte de instituciones y padres paranoicos.
Porque el paranoico siempre está acusando a los demás de hacer lo que él mismo hace.
Acusará de “locura parental” al padre protector y aprobado por todas las instituciones; estos últimos no tienen a su disposición ninguna herramienta clínica ni diagnóstico serio para advertir los procesos psicóticos y delirantes.
El paranoico es el creador de la locura de los padres.
Creador de alienación porque integra y aliena a su hijo en su propia locura.
Creador del síndrome de alienación parental para proyectarse en el otro, inventando su propio neologismo –como siempre en las psicosis, es decir, su propia alienación hacia su hijo.
Hablando claramente, está acusando al otro padre de lo que él mismo ha estado haciendo.
Mediante el uso abusivo de un concepto falaz y vago, persigue al padre protector y al niño, su víctima.
Cuando este delirio proyectivo tiene eco en la institución misma alienada, estamos en el contagio delirante paranoico que actúa a través de diversos mecanismos psíquicos: contagio del terror y del comportamiento aturdido, representación y deconstrucción del lenguaje (estoy trabajando intensamente en la “sofística paranoica” o en es decir, los efectos del delirio en el lenguaje, que desgastan el pensamiento reflexivo en la mente del interlocutor y lo alienan en el delirio), mediante seducciones perversas, etc.
Hoy en día existe un “totalitarismo” rampante que a partir de ahora no oculta su deseo de “tragarse hasta los huesos” al niño con la complicidad de muchos Justos.
Muchas veces notamos esas situaciones en las que la paranoia de los padres comienza a infiltrarse en los equipos.
El mero hecho de demonizar a los niños víctimas y la persecución del padre protector son como paranoia. Y lo que es más significativo aún: este proceso se realiza en nombre del “síndrome de alienación parental”, una predicción delirante en sí misma. Usado de manera proyectiva.
El niño es devuelto a su abusador, el padre protector queda apartado. Ya no se respeta la ley.
Se está tergiversando en beneficio del paranoico. Se considera la encarnación de la Ley. El problema se potencia cuando la Justicia está en sí misma contaminada y da la razón al paranoico; cuando los tribunales ayudan a torcer la Ley que, dadas las circunstancias, ya no está aquí para proteger a los niños sino que se convierte en un instrumento más para maltratar a la infancia.
Tengo situaciones clínicas en las que el principal mandato legal: “el derecho penal tiene prioridad sobre el derecho civil”, es decir, ¡las denuncias relativas a casos penales deben tratarse antes que las relacionadas con el derecho civil! Por lo tanto, podríamos presenciar el juicio y sentencia de una paciente por no presentar a su hijo a tiempo cuando, al mismo tiempo, su denuncia por la violación de su hijo aún no ha sido atendida.
¿Cómo hemos llegado, en una negación tan generalizada, a situaciones que:
1° ¿Perseguir a los niños y a los padres protectores?
2° ¿Confirmar la omnipotencia del agresor?
3° ¿No se transmite (o casi no) a la población en general?
4° Cuando lo señalen los profesionales esto puede desencadenar su persecución por represalias institucionales.
He aquí, precisamente, la obra maestra de la paranoia: mediante el acoso a la población y a las instituciones, la propaganda y distintas formas de sometimiento psíquico, llevar la alienación colectiva al delirio; es decir, una nueva realidad que no existe, en la que el niño como víctima se convierte en una voz embarazosa que hay que callar, en la que padres y profesionales protectores son perseguidos y, por oposición, muchos pedófilos, algunos de ellos ampliamente conocidos, no son demandados y participan en el trabajo de la sociedad sin verse obstaculizados en lo más mínimo.
Todo esto debe pensarse en un nivel totalitario. Todas mis obras tienden a aligerar esos mecanismos psíquicos de contagio delirante en la sociedad.
Porque si la “gente normal” no le creyera, los paranoicos no tendrían poder.
El delirio siempre corresponde a la creación de una nueva realidad que reemplace la anterior ya presente.
Listo aquí.
El dicho del psicoanálisis trata del principio de realidad, es decir que de la mesa que es cuadrada no es redonda. El principio de realidad podría definirse como aquello contra lo que nos estamos chocando. La realidad siempre inspira desagrado porque es limitante. No puedo volar con mis propias alas excepto en sentido figurado.
Y esto es un hecho, una realidad que provoca frustración y malestar. Pero en el delirio puedo volar con mis propias alas.
El delirio es siempre un intento de reparar un narcisismo herido que niega la realidad; siendo éste la causa de demasiada ansiedad y demasiado dolor, siendo imposible ser representado. La persona delirante no negocia con la realidad: no puedo volar físicamente pero soy capaz de imaginar que puedo volar sabiendo que no puedo; él dicta su realidad: vuelo con mis alas, la realidad no existe para dictarme sus límites.
El paranoico delira acerca de su propia omnipotencia.
Él lo domina todo, lo sabe todo; él es hombre y mujer, es joven y viejo: él es todo.
El pecado del paranoico es lo que los griegos llamaban inmoderación.
Narcisistamente, piensa que es Dios.
Él sabe.
El siente.
Él intuye.
El dirige.
El decide.
él es la LEY
Él sabe por el otro lo que es bueno para él.
El es Dios.
Quien lo desobedece, desobedece a Dios.
El delirio paranoico, orquestado por la negación, se extenderá.
Este es un delirio convertidor. Lo mismo encontramos en los inicios del fanatismo religioso.
Y esto es un delirio proyectivo. El paranoico maltrata, insulta y humilla todo lo que percibe como diferente. La mayoría de los paranoicos son hombres que niegan la alteridad primordial: las mujeres.
Como desarrollará la Dra. Eugénie Izard, el paranoico es el «todo» sin vacío, sin ausencia, sin castración y sin límites en el tiempo y el espacio. Se cree autogenerado, nacido de la nada, sin antepasados ni descendientes (su linaje no es otro que él mismo o quien entre ellos le desobedezca será severamente castigado) y no opone resistencia alguna.
En el ámbito de la protección de los niños hay muchos actos violentos cometidos por paranoicos.
El caso clínico general es el de un padre paranoico que, narcisistamente incapaz de llorar adecuadamente después de una separación (aunque sea él el origen de la misma) y la piensa como una “traición” de su cónyuge. Entonces persigue a su ex esposa, la acosa y toma a los niños como rehenes: volviéndolos locos; maltratarlos y abusar sexualmente de ellos.
El paranoico es una persona muy procesal. Demandará o actuará de tal manera que el otro tendrá que presentar quejas.
Busca aliados contra quienes se le resisten y, por supuesto, vela específicamente por ellos entre los profesionales que trabajan en las instituciones. Encontrará aliados perversos; en ocasiones intenta curar su delirio viviendo la realidad a través del sadismo y, en particular, de la pedofilia.
No estoy desarrollando aquí y ahora toda la patología. Eso duraría días de enseñanza y aconsejo a quienes deseen profundizar en las nociones leer mi libro: “Psicopatología de la paranoia” publicado en julio de 2016 por Armand Colin.
El paranoico dice “conmigo o contra mí”, “si estás en contra te mato”, y “conmigo vamos a matar juntos por el Bien”. El bien se convierte en “respeto a la ley”, esta última es en sí misma instrumental para corresponder a la ideología loca del paranoico.
Definitivamente estoy hablando aquí de delirio y no sólo de dominio absoluto.
Retener es lo que hace el pervertido. Disfrutará haciéndose cargo de instituciones y personas para actuar como marionetas para complacer sus buenos deseos y su mayor beneficio en ese momento.
El pervertido a menudo hará de la institución un instrumento para usarlo contra la víctima y la institución será cómplice de la ejecución de la víctima. Se está jugando con la institución, sin darse cuenta, para cumplir los principales objetivos del paranoico: omnipotencia y control.
El arte de la perversión es mantener el control sobre las personas. Consiste en captar, mediante manipulación, la energía psíquica de los demás para alimentarse de sus sustancias vitales.
No olvides que el manipulador es aquel que no tiene poder y tiene que influir en la decisión de otras personas para conseguir lo que quiere.
El paranoico no es realmente retener a las personas porque hacerlo es admitir la realidad del otro, si su ambición es dominarlo.
Está en alienación: el otro debe alienarse a la manera que tiene el paranoico de releer y recrear la realidad en su delirio.
La paranoia es más grave que la perversión y es importante conocer la distinción.
La perversión abre la puerta a la transgresión paranoica, siendo ésta total.
La sujeción, el dominio absoluto sobre las personas es un aditivo perverso de contagio delirante que pretende negar todo rey de la subjetividad y de todas las existencias diferenciadas.
Tengamos en cuenta que en el sistema totalitario:
Los pervertidos son siempre paranoicos aliados.
Los niños siempre son presas elegidas.
La autoridad ya no existe. Las figuras paternas de autoridad ya no funcionan o están desviadas (el tercero, la ley, los educadores, los directivos, etc.). Las personas, que ya no tienen ninguna protección encarnada por una autoridad, se consideran niños enfrentados a una omnipotencia codiciosa que nada puede detener.
A partir de ahora, el contagio delirante radica en mecanismos de defensa que cada uno está obligado a utilizar, simplemente para sobrevivir del delirio paranoico que se extiende cada vez más a toda la sociedad... Y les aconsejo la intervención del Dr. Izard sobre este tema.
Conclusión:
Por supuesto, los daños causados por la paranoia a los niños son muy graves, incluso diría que son precisamente los que esperan aquellos (paranoicos y pervertidos) que encuentran útil enajenar, desde una tierna edad, las fuerzas vivas del futuro.
En todas las edades, los totalitarismos han utilizado la propaganda y la ideología contra los niños.
Consideremos que hoy tenemos que enfrentarnos a un nuevo totalitarismo, un “totalitarismo rampante”, que no tiene nombre, pero que es muy poderoso en las ideologías que propaga para desorganizar a los niños desde el principio; y esto lo hace aún más fuerte y peligroso en los delirios.
Que cada uno, a su nivel, no esté de acuerdo con ello y aclare su mente.
Su presencia aquí demuestra su deseo de claridad y conocimiento. Obtener información, en esos tiempos en los que nuestra teoría está tachada, es una prueba de conciencia.
Muchas gracias por haberme escuchado y les deseo lo mejor para el futuro.
Santa Marta (Colombia), 8 de octubre de 2016
Ariane Bilheran
Artículo en su idioma nativo: https://www.arianebilheran.com/post/paranoia-and-delirious-contagions